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Bergman en el sustrato

Por Orisel Castro

“The Touch” (1971), la primera película en inglés del maestro sueco, es menos conocida que sus rotundas “Persona”, “Sonata de Otoño”, “Fanny y Alexander”, “Fresas Salvajes”, “Gritos y Susurros” o “El Séptimo Sello”. La lista es larga y es justo que se estudie en las escuelas de cine como uno de los más punzantes retratistas de las profundidades del alma humana. Junto a su fiel cinematógrafo, Sven Nykvist, nos ha legado un extenso archivo de rostros, emociones, movimientos y secretas pasiones para vernos por dentro. Todo eso está también en “The Touch” que se ha traducido como la carcoma y me resuena con algo que ya estaba en mi cuerpo.

Hay un placer torcido en sacar a la luz esta película y ponerla a hablar con otras para infectar al público de ese espíritu que quiere penetrar en lo más hondo y descubrir lo que le toca a cada uno. Sacudir las superficies y tocar una fibra oculta es una herencia de Bergman. Un amigo me dijo “está bien que no sea tan conocida”, pero insisto en verla dos veces.

“Dig a musty bone”
Paterson, Book I, William Carlos Williams

“Excava un hueso rancio” dice el poeta y ahí está una clave de lo que me seduce en esta película, además de los indiscutibles rostros de los protagonistas. La dualidad entre un acto animal desencantado y una búsqueda mística, lírica, del amor y la belleza.

La película arranca con una escena sobre la muerte, que se extiende por debajo de lo que vendrá en el relato, más luminoso. “We are painfully united” alcanzo a escribir en la oscuridad lo que dice el extranjero amante. Pero todo comienza en el jardín, con el esposo de fondo, concentrado aparentemente en sus orquídeas. Se presenta esa casa como un anuncio vintage de IKEA, todo perfecto, con música alegre y una Bibi Anderson que no equivoca un gesto. Ella es una orquídea más en la colección del frío doctor, así que no hay pudor en el arqueólogo -un joven y fulminante Elliot Gould- que no demora en atraerla a su guarida más subterránea.

Le enseña el rostro de la virgen que ha sido excavada pero más adelante se descubrirá la carcoma que se ha gestado durante mucho tiempo dentro de la pieza. Es la carcoma lo que los une, pero se han enamorado en la traducción y el placer está en lo que no termina de desentrañarse. La duda, el impulso, la exposición ridícula ante el otro, que también rechaza y el tormentoso ir y venir entre una capa y otra más profunda.

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